miércoles, 12 de octubre de 2011

Pocholo, Cayetano y Borjamari

Los nombres propios cambian con los tiempos. Como en la moda, existen tendencias. En las décadas de los 60 y 70 algunos de los nombres más comunes fueron Francisco Javier, José luis o Antonio para los varones y María del Carmen, María del Pilar, María Teresa o Ana María para las mujeres (en Madrid y Salamanca)

Ahora hay una apuesta clara por lo vintage, ese concepto tan molón para denominar a los trajes, complementos y elementos de decoración de otras épocas que aumentan el caché de quien los consume. En el caso de los nombres vuelven los medievales muy castellanos como Jimena, Rodrigo y Gonzalo. También hemos sucumbido a los encantos de Mateo y Nicolás que vienen pisando fuerte. En esto de los nombres de pila somos de lo más trendy, los tenemos todos y atrás quedaron José, Carmen, Antonio y Pilar por no hablar de Emilianos, Remes o Avelinos. 

Con esto podríamos decir que en el pueblo estamos en el trending topic de los nombres más populares del momento. Pero la moda es cíclica y todo vuelve. Hubo un tiempo en que te ponían un nombre y luego te llamaban como les daba la gana, no se sabe muy bien porqué. O que eras un duplicado de tu madre o padre y te tocaba cargar con el diminutivo de turno. Fué la época dorada de los diminutivos y otros apelativos. ¡Horror! Espero que los habitantes de La Hoya no nos convirtamos en fashion victim de esa moda vintage y no recuperemos los diminutivos sesenteros y setenteros que nuestros padres pusieron de moda en el pueblo.

Y es que no deja de ser curioso que los chicos de la pandilla se llamasen como se llamasen tuviesen un diminutivo chachi, chachi. Claro que, echando un vistazo a la generación anterior, la de nuestros padres, algo hacía presagiar lo que se avecinaba, El Gacho, El Chato, Ruche y Rancha abrían la moda del cheismo (vocablo que me invento para denominar a este uso desproporcionado de la ch). Hasta Goriche el cartero que era del pueblo de al lado lucía la ch en su nombre. Tal vez para no tener problemas con el enemigo. Así, mis amigos y los amigos de mis amigos respondían a Chuchi, Chiqui, Chago, Ruche, Chewi, Chirli, Tucho, Chiri y Chete y nadie sabía qué nombre propio se correspondía con cada uno de estos nombrecillos tan chulos. Pues sí, con ellos crecieron José Antonio, José Luis, Jose, Santiago, Carlos, Alberto y Ramón, creo, porque yo pocas veces les he llamado por su nombre original. Es más, a algunos de ellos, nunca les reconocería por su propio nombre propio. Y aún se puede rizar más el rizo, también tenemos una versión mucho más chirriante que es el diminutivo del propio diminutivo así, Chago ha sido Chaguete hasta que cumplió los treinta, y puede que me quede corta.

Las chicas de la época tuvimos más suerte porque esto no pasaba con nuestros nombres, que podían ser más o menos monos  pero conservábamos al menos la raíz del nombre que se nos había puesto en el bautismo.

Hay otros trabalenguas nominales en esta variopinta localidad salmantina de cuarenta y pocos habitantes censados. Así que, si eres sociable y te tomas algo en el único bar del pueblo ten cuidado cuando vayas a pagar una ronda a Emiliano, y asegúrate de a quién se la estás pagando porque te puede salir cara. Si no estás al tanto estarás invitando a  Emi, Lín, Emilianín, Mila, Meli, Emilio, Emilito, Mili, Milines y quien sabe quién es quién o cómo se llama cada cual. Todavía hoy, hay que andar dando explicaciones para reconocerles: el hijo del alcalde, el mayor del sastre, el primero de Milagros, la mujer del Tortas, el padre de Angelete, La madre de Emilito. ¡Jesús, qué lio!

Aún hay más juegos de palabras curiosos, aunque en menor medida, por ejemplo Vitor, la Vitor, Vitoria, María Victoria y Vitorita que realmente no se sabe si son una, dos o cinco personas distintas. Todo depende de quién te los presente por primera vez. Lo mejor, volver a los datos infalibles: el reconocimiento por parentesco. Padre de, madre de, hermana, hija, abuelo de

Otra modalidad son los sin nombre, que son aquellos que siempre han sido conocidos por el ADN familiar y las coordenadas de ubicación de su casa y que por más que te digan el nombre, necesitas una pista contundente para ponerles cara y aún así, lo consigues a duras penas. Algo así como el marido de la prima de la hija de la que vive en la casa de al lado de la fuente de abajo...

Seguro, segurísimo que yo, que llevo aquí toda la vida, no conozco el nombre propio de más de uno.
Parece que en estos primeros años del siglo XXI la moda es poner nombres que no tengan diminutivos y llamar a cada persona como le corresponde. ¡Me quedo mucho más tranquila!

¡Uf, y menos mal que esto no es Marbella! porque el top ten hubiese sido Pocholo y hubiésemos evolucionado hacia Cayetanos, Borjamaris y sus primos más cercanos.
Os dejo este link nombres y apellidos españoles del Instituto Nacional de Estadística por si os apetece pasar un rato viendo cuáles eran los nombres de moda en España desde antes de los años 30. También se puede afinar la búsqueda por provincias y buscar los apellidos más comunes por zonas y años. Curioso.
 

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